Álex de la Iglesia nos ofrece una segunda ración anual de su cine antes de los últimos compases de éste 2017 con este remake de la italiana «Perfetti sconosciuti».

La verdad está sobrevalorada. Esa al menos es la conclusión a la que algunos espectadores pueden llegar tras visionar «Perfectos desconocidos», comedia negra coral que pone su acento, más allá de los momentos humorísticos, en la creación del debate sobre la importancia de conocer la verdad sobre los secretos y miserias ajenas, de nuestros seres más queridos y cercanos, o si resulta más beneficioso vivir en la ignorancia. 

Sin embargo, esa reflexión que se torna imprescindible tras el visionado de este film encierra su trampa, dado que no todos los personajes de la película – ni todas las personas de éste planeta – poseen la misma información, así como tampoco se debe dar por hecho que todo el mundo esconde terribles secretos: quien no esconde nada poco tiene que temer acerca de que se revelen sus verdades.

La otra gran discusión que genera la película es acerca del poder que tiene hoy día algo tan simple como un teléfono móvil, convertido en un potencial arma de destrucción masiva, capaz de romper casi cualquier relación humana. El lema «si las paredes hablasen» podría sustituirse perfectamente por un «si los teléfonos móviles revelasen toda la información que poseen…» pero no voy a ahondar en esta premisa porque daría para el argumento de otra gran película y las ideas tienen un precio.

El argumento de la cinta es sencillo: un grupo de amigos en parejitas se reúne en la esplendorosa casa de dos de ellos con la excusa de que esa noche es «luna de sangre», o lo que es lo mismo, hay un completo eclipse lunar y ésta se ve totalmente roja. Durante la cena, la anfitriona más joven propone que todos pongan sus teléfonos móviles sobre la mesa y se lean en voz alta todos los mensajes que se reciban, se conteste a las llamadas con altavoz puesto y se muestren las fotos que se reciban. Esto, como cabía prever, desata el caos porque todos los comensales se ocultan unas cuantas cosas y otros no se conocen como creían. 

El espectacular elenco encargado de dar vida a este grupo de amigos está formado por Eduard Fernández, Belén Rueda, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández y Pepón Nieto, cada cual cumpliendo perfectamente con su papel y haciendo creíbles a sus personajes. De hecho puede decirse que las interpretaciones de todo el reparto son el punto más álgido de la película. 

Otro de los mejores aspectos de la cinta es su montaje. La tensión van in crescendo sin dar respiro al espectador y, al contrario de lo que sucede en algunas cintas de De la Iglesia,  en esta ocasión no hay un cambio de ritmo en la parte final ni un exceso de pirotecnia y todo el relato transcurre con coherencia pese a que alguna situación sea un tanto inverosímil. 

El hecho de que prácticamente toda la acción transcurra en un único escenario – el piso – así como el in crescendo dramático de los presentes recuerda a «Un Dios salvaje», con la que comparte cierta sensación de teatralidad, así como a la divertidísima «La noche que mi madre mató a mi padre» que además posee la misma pareja de actores como matrimonio protagonista. Sin embargo, si a algo evoca la película es al cine de Woody Allen, tan aparentemente ligero e inofensivo cuando en realidad pone sobra la mesa asuntos delicados e importantes, tan especializado en la dirección de sus actores y con esa música jazz tan característica, de la que tal vez «Perfectos desconocidos» abuse un poco.

En resumen, «Perfectos desconocidos» quizás no sea un película trascendental, pero es realmente entretenida, depara buenos y divertidos momentos y además proporciona cierta reflexión e incluso debate. Es una buena opción para una tarde lluviosa y una agradable alternativa a la cartelera actual.

Puntuación: 6 / 10