Sirat. Trance en el desierto – Polvo serás

Antes de adentrarte en éste u otros análisis de los que proliferarán en los próximos días a raíz del estreno en cartelera de «Sirat. Trance en el desierto» debo advertir que la experiencia de visionado de esta película es mayor cuanto más grande es el desconocimiento que se tiene sobre la misma.

Si, por tanto, aún no la has visto y quieres saber simplemente si la recomiendo mi respuesta es sencilla y directa: tienes que ver esta cinta, es uno de esos escasos casos anuales de cine-evento en que no te puedes perder una película y has de suscitarte tu propia opinión al respecto. Además, deberías hacerlo en la sala con mejor pantalla y sonido posible. «Sirat» lo aprovecha al máximo.

Dicho esto, encomiendo a leer mi crítica al completo solo a aquellos que ya han visto la película. A continuación queda mi personal análisis.

Óliver Laxe se ha ganado a pulso el título de hijo predilecto de Cannes. Sus cuatro largometrajes han sido seleccionadas en las distintas secciones del festival galo (Semana de la Crítica, Quincena de los Cineastas, Una cierta mirada y, ahora, la Sección Oficial) y en todas las ocasiones ha sido galardonado.

Este abrumador palmarés debería traducirse en un reconocimiento sin parangón en España, pero la realidad es que esto, más allá de la cinefilia acérrima, ha acontecido más despacio.

Su estreno en el largo, «Todos vosotros sois capitanes» formó parte de la SO del Festival de Gijón, su segunda película, «Mimosas», lo estuvo en el Festival de Sevilla, la tercera, «O que arde», dio el salto a los premios patrios al ser nominada en los Forqué, tener cinco nominaciones en los Feroz, y ser galardonada en los Gaudí y en los Goya -donde recibió dos premios, pero tuvo otras dos nominaciones importantísimas: en película y dirección– y es ahora, con «Sirat» -Premio del Jurado en la SO del Festival de Cannes- cuando llega su definitiva consagración.

No tengo dudas de que le van a llover los Goya (como mínimo, todos los técnicos ya tienen dueño) y haber sido comprada por Neon para su distribución americana me da la oportunidad de soñar con que pueda llegar a hacerse un hueco en los próximos Óscar, en las citadas categorías técnicas.

Sirat es probablemente la película española más apabullante técnicamente que haya existido jamás. Su fotografía, su sonido y sus efectos son espectaculares. Por eso es importante disfrutarla en la sala más adecuada para potenciar todo esto.

La película no solo cuenta con una belleza paisajística perfectamente retratada, sino que contiene fotogramas que parecen cuadros. El momento en que un Sergi López desolado es sujetado por ese grupo de casi desconocidos «raveros» que han sido espectadores de su desgracia, en plena tormenta de arena, es desgarrador visualmente.

El acompañamiento que hace la música electrónica a todo volumen durante el metraje de la cinta es fundamental en la inmersión que provoca la película. Los efectos visuales y sonoros -que tienen a bien no mostrar más de lo necesario- son impactantes y, sencillamente, perfectos. «Sirat» es, en su conjunto, toda una exhibición de poderío técnico.

En lo narrativo, «Sirat» se muestra siempre como una película desconcertante, rodeada de cierto halo misterioso, atrapante y subyugante. Retrata la odisea de un padre y su hijo pequeño en búsqueda de una hija/hermana desaparecida y que creen que podría estar en una gran rave en el desierto, por lo que se unen a un grupo de personas asistema que rehúyen de las miserias del mundo real y solo quieren bailar, sin hacer daño a nadie, lo que les lleva a emprender juntos el mismo camino.

Aunque se habla mucho de un giro de guion repentino en el tramo final de la cinta, creo que ese giro en realidad no existe. La película siempre nos ha querido llevar a ese destino -incluso ha habido advertencias previas al respecto- y es el espectador el que se sorprende al descubrir cuál es la verdadera naturaleza de la cinta. Podemos pensar que contiene un mensaje desesperanzado y cruel y así es, pero nada de lo que sucede es realmente imposible y la conclusión que podemos sacar es que huir no es la solución a los problemas, que es necesario implicarse para hacer de este mundo un lugar mejor.

Pese a todas las virtudes ya comentadas sobre «Sirat» también tiene aspectos más cuestionables. Su guion puede resultar un tanto débil por el poco desarrollo de sus personajes. Los «raveros» -que no son actores profesionales y su naturalidad es estupenda- están dibujados en muy pocos trazos y casi como una masa en su conjunto, mientras que del personaje principal conocemos poco más que su figura paterna y la osadía de implicarse en semejante aventura llevándose a su niño pequeño -y a su perro- con él, algo a todas luces difícil de explicar y que merecería más contexto.

Lo críptico que resulta el dibujo del personaje dificulta que el espectador pueda empatizar con él -que no con su desgracia- y complica la valoración de la interpretación de Sergi López que, aún siendo correcta, no puede ser todo lo sublime que cabría esperar de un personaje que pasa por lo que él pasa.

Esto no es óbice para que la película tenga la capacidad de crear debate y de permanecer en la memoria de sus espectadores tiempo después de su visionado. Es, como dije en la introducción, cine-evento y supone un salto cualitativo para el cine español en determinados aspectos, como el uso de su imagen y sonido, por lo que es una obra imprescindible y memorable.

Puntuación: 4 de 5.

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