Romería – El blues de la generación perdida

¿Cómo es posible recordar aquello que no has vivido? Todo ser humano es fruto de sus circunstancias y éstas están profundamente marcadas por nuestro propio origen. Reconstruir ese pasado anterior a nuestra propia existencia y dibujar a aquellas personas que te han traído a este mundo, intentar conocerlas a través de los ojos de quienes estuvieron presentes en esa época, con el fin de descubrir también una parte íntima y oculta de nosotros mismos conlleva hacerlo a través de sus opiniones y prejuicios, de verdades rodeadas de mentiras piadosas y de secretos guardados con llave.

Los años 80 y 90 supusieron una apertura social y cultural bestial en España. Veníamos de lo que veníamos y cualquier soplo de aire fresco sabía como un canto de libertad al que aferrarse cual clavo ardiendo. Para muchos es una época irrepetible, pero para otros fue el principio de su propio fin. La heroína causó estragos y se llevó a muchos jóvenes con ella, malditas adicciones. El SIDA era una enfermedad casi desconocida que se propagó como una lacra y cuyas víctimas fueron estigmatizadas porque la población decidió juzgar las causas del contagio desde una moralina cristiana repugnante. Y por el miedo, siempre el miedo, infringido por aquellos a quienes les interesaba apartar de la sociedad a las minorías… y también a los rebeldes.

«Romería» es el blues de una generación perdida. Con ella, Carla Simón cierra su trilogía familiar de tintes autobiográficos y rompe el precinto de una puerta sellada dentro de nuestra memoria histórica colectiva. Para recordar de verdad esa etapa es necesario derribar todas las vergüenzas y hablar sin tapujos de lo que sucedió, pero hacerlo desde el respeto y el amor que se le negó a todas esas personas que se quedaron por el camino. No estaban muertos, los estaban escondiendo… y ahora están en Cannes. Ya no hay nada que ocultar.

El cine de Carla Simón siempre se caracterizó por el naturalismo y era fácilmente emparentable con el realizado por la directora francesa Mia Hansen-Love, quien también ha basado gran parte de su obra en la historia personal de su familia, pero en «Romería» abre una puerta a nuevos caminos cinematográficos al adentrarse, de forma orgánica, en el realismo mágico más habitual en autoras como la directora italiana Alice Rohrwacher. Esta mutación de estilo es adoptada con coherencia, como un camino que era necesario atravesar para que la narración llegue más allá, a donde no podía hacerlo de otro modo.

«Romería» es el colofón de la trilogía de Simón porque es su cinta más audaz y atrevida, por esa metamorfosis de su tramo final pero también por su capacidad de tratar algo tan personal sin medias tintas, ni reproches ni vergüenzas, desde la curiosidad, la imaginación y el amor.

Pese a su innovación, esta obra no pierde aquello que se le da particularmente bien a la directora catalana: su forma de retratar la cotidianidad de una familia tan real como imperfecta y su increíble talento para la dirección de actores no profesionales, de los que saca petróleo. Más allá de la estupenda y contenida interpretación de Llucía García, «Romería» sabe sacar partido de su interminable elenco de personajes secundarios y actuaciones como la que nos regala Marina Troncoso son oro puro.

Otras grandes virtudes de esta cinta son su bellísima fotografía -nunca ha sido tan bien retratado ese mar de Vigo- y su magnética banda sonora. Insertada con precisión quirúrgica, esa música y esos paisajes son un elemento fundamental en la película, un personaje más.

Con todo, el mayor logro de «Romería» es algo precioso: darle un poso de dignidad a esa generación que fue joven, fue libre, que amó y cayó enferma, de adicción y/o de SIDA, pero que fue escondida y encerrada para siempre en un baúl de los recuerdos que muchos se han negado a abrir.

No tengo ninguna duda de que esta película ha estado rozando premio en Cannes, pero ha conseguido algo que seguro que es todavía más importante para su propia autora: el mero hecho de su creación, de mostrarse al mundo sacando del escondite a esa generación borrada y poder levantar la cabeza muy alto para exclamar con orgullo que ésta es su historia. Por ellos. Brava, Simón.

Valoración Golden Cinema:

Puntuación: 4.5 de 5.

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