Ricki – Una oportunidad desperdiciada

Aunar en una misma cinta a Jonathan Demme, director de El Silencio de los Corderos, Philadelphia o La Boda de Rachel, con una guionista como Diablo Cody, responsable de los brillantes diálogos de Juno y de la ciertamente infravalorada Young Adult, con una actriz que no necesita ningún tipo de presentación, como lo es Meryl Streep y con el aliciente de verla actuar junto a su hija, Mamie Gummer, prometía ser un cóctel explosivo que no dejase indiferente a nadie.

Sin embargo, las expectativas de semejante combinación se diluyen en cuanto nos percatamos que estamos ante una comedia dramática de manual, excesivamente ligera, previsible y con la intención de remarcar constantemente su buenrrollismo subyacente.

Ricki Randazzo es una rockera madura que abandonó a su familia años atrás para dedicarse a su sueño musical pero que ahora malvive dando conciertos con su banda en un bar mientras trabaja como cajera en un supermercado. Su ex marido le pide que les visite porque su hija va a divorciarse y ha intentado suicidarse. Con esta premisa y haciendo hincapié en el peculiar estilo de vida y vestimenta de Ricki – Meryl Streep, aún pasada de gestos y de vueltas logra construir adecuadamente su personaje – la película avanza por un sinfín de lugares comunes y se aleja de aquellas puntuales reflexiones que podrían haber añadido encanto al conjunto: la hipocresía a la que se ven sometidas las personas que trabajan cara al público y han de fingir constane felicidad ante el cliente que “siempre tiene la razón”, la decadencia de los artistas que creían poder comerse el mundo y terminan traicionándose a sí mismos y a su genuino espirítu rock versionando a Lady Gaga en un tugurio de mala muerte, etcétera, para, en cambio, concentrarse en la tan manida historia de la persona que busca una segunda oportunidad con su familia tras haberles dejado de lado o en el trasnochado, en el desfasado “humor” de ser diferente en un ambiente elitista y pijo, o en el equivocado discurso feminista de Meryl en el bar.

La película acierta, en cambio, con los piques entre canciones de Meryl y su chico mientras tocan en el bar y también puede destacarse a Mamie Gummer en el papel de chica depresiva y desquiciada por las circunstancias, si bien no logra alcanzar la química esperable con su madre en la vida real ni tampoco resulta creíble la forma en que los personajes actúan, con una facilidad pasmosa para pasar del resentimiento al perdón en cuestión de nanosegundos.

En resumidas cuentas, Ricki podría haber sido una gran película y tenía todos los ingredientes necesarios para poder serlo, pero termina por ser un film convencional, forzadamente amable, que si bien resulta agradable y entretenido de ver, se queda muy lejos de sus posibilidades.

Puntuación: 5 / 10

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