En 1961, Daniel Tinayre dirigió a Mirtha Legrand en La Patota, una cinta que terminó por convertirse en un clásico del cine argentino. En ella, su protagonista era capaz de realizar actos incomprensibles de perdón por su fe religiosa. 54 años después, Santiago Mitre dirige su remake, una película en la que su personaje central actúa de un modo similar a su antecesora pero, en apariencia, por su fuerte convicción social y humana.
Dolores Fonzi interpreta a Paulina, esa nueva Patota que decide dejar de lado un brillante futuro como abogada para dedicarse a labores sociales y trabajar en un programa de defensa a los derechos humanos en la periferia. Al poco tiempo de comenzar su trabajo como profesora en una humilde escuela es violada por un grupo de jóvenes entre los que se encuentran algunos de sus alumnos, a los que reconoce – aunque en el metraje nunca queda claro cómo – pero ni se plantea acusar, ante el estupor de su entorno familiar – y del propio espectador –
La apabullante mirada de Dolores Fonzi, en una magistral interpretación, logra convencernos de algo que resulta inverosímil y que el propio guión no termina de lograr. Su personaje resulta sumamente interesante y digno de estudio y de debate ético, lo que es sin duda lo mejor de una película que no logra transmitir con realismo las intenciones y actitudes de su protagonista.
Paulina es a la postre una película poco creíble sobre una mujer profundamente idealista en lugar de la lección sobre justicia social que pretende ser.
Puntuación: 5 / 10